Aunque desconocida en su mayor parte, en algunos aspectos fue de no escasa monta la actuación que cupo en el ambiente de la metrópoli a los naturales del Virreinato peruano. Así, dejando para otra ocasión recordar a los que intervinieron en los escenarios de la actividad religiosa, militar, universitaria o simplemente burocrática, conviene, por el momento, hacerse cargo de que entre los veinticuatro Individuos de Número de la Academia Española de la Lengua, ya a los pocos años de su fundación, tuvieron parte muy lucida los peruleros. El primero a quien cuyo tales honores fue al doctor don Diego de Villegas y Quevedo Saavedra, y le sucedieron en la distinción el santiaguista don Mariano Joaquín de Carbajal Vargas y Brun, Correo Mayor perpetuo de las Indias, conde del Castillejo, Familiar de la Santa Inquisición de Lima (en donde nació en 1742), insigne jurisconsulto y uno de los sujetos que más se afanaron en recopilar con solícita curiosidad datos aprovechables para componer los fastos literarios del Virreinato del Perú; y su hijo, también nacido en Lima, en 1771, el doctor don José Miguel de Carbajal Vargas y Manrique de Lara, duque de San Carlos y conde del Puerto, que fue el décimo director perpetuo de la Academia durante el período 1814-1828, una de las épocas de más fecunda actividad de la Corporación.