Leopoldo Chariarse es un solitario lírida en una isla de perfección, no solamente por haber elegido el camino en el exilio, sino también porque en su obra literaria está alejado de las modas en el Perú o en cualquier otro lugar. En 1975, en ocasión de su compilación La cena en el jardín, Julio Ramón Ribeyro notó que la escritura de Chariarse era sublime, literaria en el más noble sentido de la palabra, con una predilección por situarse dentro de la gran tradición literaria de occidente. Chariarse, que conoce muy bien la cultura y literatura del oriente, tanto como la europea, vive en su poesía una suerte de presente eterno y evita casi siempre en su poesía citar lugares. Como los trovadores, persigue aparentemente ideales inalcanzables sin que la música de sus palabras sea empañada por el cansancio o la desesperación. Su poesía es de pronto un mar de calma, de súbito una fiesta de las palabras, comparable a los cigarrales de Toledo celebrados por Tirso de Molina.